Aportar nuestro granito de arena en nuestro ámbito laboral no solo es deseable sino exigible. Por ello, en el museo donde trabajo valoramos mucho el trabajo que hace el personal de sala. Ellas son las personas que reciben a los visitantes al museo. Son las primeras personas que se encuentran cuando acceden a la institución, dan la bienvenida y acogen. Por eso su labor es fundamental. Por eso intentamos estar en continuo diálogo con ellas, que nos cuenten las situaciones que se encuentran, las cuestiones que surgen de los visitantes, las preocupaciones, inquietudes y desafíos. También intentamos transmitirles y formarles en todas las cuestiones que puedan surgir y que sientan que su trabajo es igual de importante que cualquier otro, de manera que se sientan implicados en su trabajo. Todos los artistas y comisarios que pasan por el Museo hacen una visita al personal del museo (especialmente al personal de sala) para explicar su proceso creativo, su trabajo, su obra, así como prevenir de los posibles amenazas a la conservación de la pieza (pues ellas velan por la seguridad de dichas piezas).
La concienciación sobre la bienvenida y hospitalidad al museo es holística y va desde el color elegido de la fachada del museo; turquesa, que es un color que cada persona identifica de una manera diferente (unos verde, otros azul...). Esto constituye una metáfora de lo que el museo como institución pública significa: un lugar donde todas son bienvenidas, independientemente de tu mirada, tu bagaje, tu identidad, circunstancia... Todas las interpretaciones y todos los cuerpos son bienvenidos. Si una persona quiere usar nuestras instalaciones solo para ir al servicio no se le niega el acceso ni se le cuestiona. Consideramos que el museo, como institución pública es de todos los ciudadanos y que pueden acceder solo para ir al servicio o para acceder a la terraza. Los menores de doce años tienen que ir acompañados, pero para nosotros es muy importante que los chavales sientan que son bienvenidos (hay que tener en cuenta que los adolescentes son el público y ámbito de edad más difícil de atraer de las instituciones museísticas). En esto los museos caemos en continuos dilemas; queremos que vengan los adolescentes pero luego les decimos que bajen la voz, que no corran, que no hagan grupitos, que no cuchicheen... Su forma de comportarse no es "normativa" y molesta. Por ello es muy importante hacer partícipe al personal de sala que traten bien a los adolescentes, que no les reprendan, que intenten ser amables y no ir de policía de lo que no se puede hacer. No podemos pretender ser un lugar abierto y accesible para todos y todas luego reprobar las conductas habituales de un grupo de edad. Del personal de sala depende la seguridad de las piezas, pero eso no significa que no cuiden el tono en el que se dirigen a la gente y que respeten la libertad de cada persona, siempre y cuando se cumplan las normas de seguridad. Por eso cuidamos mucho que nuestro personal de sala y seguridad entiendan a nuestros públicos y se dirijan a las personas de la forma más amable posible, para que no se creen situaciones tensas.
Una vez una persona sin hogar, subió a la terraza y se puso a tender su ropa para que se secara al aire. El persona de sala dio aviso de lo que estaba ocurriendo. Ante lo cual no hicimos nada, ¿por qué no iba a hacerlo? Si esa persona no tiene otro lugar para hacerlo y siente la total confianza de hacerlo en nuestra terraza para nosotros eso es un triunfo, significa que algo estamos haciendo bien que esa persona siente el espacio como algo suyo, además en un espacio donde no molesta a nadie, no interfiere con las exposiciones, ni con la seguridad.
Esto es solo un ejemplo de lo que podemos hacer cada uno en el lugar donde estamos. Pequeños gestos; concienciación, comunicación y empatía con los públicos, aplicada de manera transversal a todas las fases de nuestros trabajo y a todo el personal que trata directamente con nuestros públicos y visitantes.
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